Es mostren els missatges amb l'etiqueta de comentaris Pròlegs i epílegs. Mostrar tots els missatges
Es mostren els missatges amb l'etiqueta de comentaris Pròlegs i epílegs. Mostrar tots els missatges

20.5.24

«LA MALDICIÓN DE LA LUNA SOBRE VERNON STREET»

 Pròleg a La luna en el arroyo, de David Goodis
       (Barcelona: Sajalín, 2024), amb Àlex Martín Escribà     





Esta es una historia escrita por el tímido y solitario David Goodis. El hombre de Filadelfia que se va a Nueva York a trabajar de publicista, escribe numerosos relatos para los pulp magazines; colabora en seriales radiofónicos y acaba teniendo un gran éxito con su segunda novela, Senda tenebrosa (Dark Passage, 1946), que al año siguiente será adaptada al cine por Delmer Daves e interpretada por Humphrey Bogart y Lauren Bacall. Será contratado como guionista por la Warner Bros. en Hollywood pero en 1950 regresa a Filadelfia. Después de haber iniciado una brillante carrera con cinco novelas de tapa dura, pasa a publicar los originales en bolsillo y buena parte de su obra aparecerá en «Gold Medal Books», con títulos como La chica de Cassidy (Cassidy’s Girl, 1951), que vendió más de un millón de ejemplares; La luna sobre el asfalto (The Moon in the Gutter, 1953); Disparen sobre el pianista (Down There, 1956) o Un gato del pantano (Night Squad, 1961), entre otras.

Esta es también una historia de un escritor que tuvo una vida traumática.[1] Primero, la muerte de un hermano a los tres años, Jerome, debido a una meningitis. Después, el corto matrimonio con una misteriosa mujer llamada Elaine, pelirroja y atractiva, que lo maltrata y abandona poco tiempo después, donde Goodis queda marcado para el resto de sus días. Pero esta es también la historia vital de un escritor excéntrico que vivió como si estuviera arruinado. En California alquilaba un sofá por unos miserables dólares en casa de un amigo, condujo siempre un destartalado Chrysler descapotable e iba vestido como un auténtico pordiosero. En Filadelfia frecuentaba alcoholizado las tabernas de los barrios bajos y tenía obsesión por las negras obesas. Después de la experiencia en Hollywood, regresa a casa de sus padres donde pasará los últimos años de su vida, y se hace cargo de Herbert, el hermano esquizofrénico. Intenta escribir el resto de los días, día tras otro, pero la muerte del padre lo deja definitivamente trastocado. El mundo de Goodis se hunde y más aún cuando en 1965 denuncia a los productores de la serie televisiva El fugitivo (The Fugitive, 1963-1967) por plagio de Senda tenebrosa. En 1966, desesperado, decide ingresar voluntariamente en un hospital psiquiátrico y muere de un ictus un año después. Tenia cuarenta nueve años.

 Esta es, pues, una historia escrita per un escritor maldito, maltratado por la crítica, que tras su muerte sus libros se encuentran descatalogados, su nombre olvidado en todas las enciclopedias norteamericanas y que, en cambio, obtiene un gran reconocimiento en Francia. Reivindicado por André Gide, Jean-Paul Sartre o Albert Camus, se le publica regularmente desde finales de los años cuarenta; sus obras llenas de nihilismo y desesperanza se convierten en fuente de inspiración de varios directores cinematográficos como Pierre Chenal, François Truffaut, Henri Verneuil, René Clément, Jean-Jacques Beineix, Gilles Behat o Francis Girod e, incluso, el periodista, escritor y traductor Phillipe Garnier[2] que le ha dedicado dos apasionantes biografías.

Su obra, en cambio, no se volverá a publicar en los Estados Unidos hasta que Barry Gifford crea la colección «Black Lizard» en los años ochenta, con el objetivo de recuperar obras de grandes autores olvidados de la segunda generación de la novela negra norteamericana, donde publica seis títulos del autor. En los años ochenta también se empieza a publicar en España, aunque ya nos habían llegado títulos de la mexicana editorial Novaro o de las argentinas Acme, Hachette o Tiempo Contemporáneo.

Esta es también la historia de una novela maldita de un autor maldito, The Moon in the Gutter, de David Goodis, que fue publicada en los Estados Unidos en 1953 con el número 348 de la colección «Gold Medal Books» de Fawcett y cubierta ilustrada por Victor Olsen, que ha tardado sesenta y nueve años en ser reconocida como la gran novela que es, al ser publicada en 2012 por la prestigiosa Library of America en el volumen editado por Robert Polito, David Goodis: Five Noir Novels of the 1940 & 50s.

Gallimard, que publicaba Goodis en Francia, no se aventuró en editarla y entre las fichas de lectura de la colección «Série Noire» de 1953, redactadas por Marcel Duhamel y sus colaboradores, hay una dedicada a esta novela para rechazar su publicación que dice así: «Laboriosa y aburrida, el Zola del pobre».[3] Bastantes años después, cuando un usuario de la librería parisina Le Troisième Œil, dirigida por François Guérif, le da a leer el libro este exclama: «Pero esto no es posible, se han vueltos locos en la “Série Noire”».[4] De hecho, hubo que esperar hasta 1981 para que Fayard, con traducción de Danièle Bondil, publicara La lune dans le caniveau.

Pero esta también es la historia de una película maldita, de una novela maldita y de un autor maldito. Dos años después, el director de cine parisino Jean-Jacques Beineix —ya conocido por el exitoso largometraje Diva (1980)— adaptaría la novela a la gran pantalla. Beineix confiesa en sus memorias[5] que el texto lo deja boquiabierto «por su universo, desesperante, nocturno, sin esperanza». Para interpretar el papel principal el director piensa en Bernard Giraudeau, después en Patrick Dewaere, pero por exigencias de la productora es finalmente Gérard Depardieu. A pesar de la potencia y la fragilidad de su rostro, Beineix queda decepcionado. En el reparto le acompañan Nastassja Kinski —que ya había trabajado en Tess (1979) con Roman Polanski— y una jovencísima Victoria Abril que interpreta magistralmente el rostro de la vulgaridad y animalidad de su personaje. La película se rueda en una Marsella irreconocible, ya que el film oscila más entre el surrealismo y el hiperrealismo, repleto de distorsiones formales y visuales, obviando su vertiente más psicológica. En una entrevista, el director declara que «si el libro de David Goodis me ha gustado, es porque habla de la sociedad en la que vivo. Estoy en armonía con el personaje: un hombre en un callejón sin salida, literal y figurado. Detrás, más allá, está el mar, el puerto, los barcos».[6] Una vez estrenada, la crítica fue expeditiva i catalogó la película de esteticista y artificiosa y fue un fracaso de taquilla.

Esta es también una ambigua historia onírica y fatalista de personajes perdidos en un laberinto, en la que, como afirma Geoffrey O’Brien, «el lirismo sentimental de la prosa de Goodis esconde una visión cruel de la vida».[7] Crónica de un amor imposible personificado por Loretta en los muelles de Filadelfia, en Vernon Street no hay espacio para la esperanza, ni redención para el estibador William Kerrigan ni justicia para su hermana Catherine. Un callejón de los sueños perdidos en el que cada noche la luna refleja una mancha de sangre reseca sobre el asfalto, que recuerda a sus habitantes la imposibilidad de salir ilesos y el único consuelo está en el fondo de una botella. Una historia escrita por un hombre del que el escritor Marvin H. Albert dijo: «¡Ah! Goodis, una mezcla de amor loco y tristeza, desesperado y tranquilo a la vez, una agonía lenta y romántica. Era un hombre desesperadamente solitario... »[8]

La luna bajo el asfalto es una de aquellas historias a la búsqueda de un mundo que es lo más cercano a la cara oculta del sueño americano. Goodis nos deja cerca de una veintena de novelas y es hoy uno de los escritores más destacados de su generación, un creador de atmósferas y de «personajes que acostumbran a retratar el submundo marginal de las grandes ciudades, reflejar las permanentes derrotas, estar hundidos en situaciones sin salida, perdidos en un mundo lleno de fronteras y obstáculos»,[9] como una especie de abismo y de intensidad trágica.

La maldición de la luna sobre Vernon Street. Ahora sí, concluyamos este prólogo tal como lo hemos empezado: esta es una historia escrita por el tímido y solitario David Goodis...

 




[1] James Sallis. Vidas difíciles: Jim Thompson, David Goodis, Chester Himes. Barcelona: Poliedro, 2004.

[2] Goodis, la vie en noir et blanc. Paris: Seuil, 1984 y Retour vers David Goodis. Paris: Éditions de la Table Ronde, 2016.

[3] Philippe Garnier. Retour vers David Goodis. Paris: Éditions de la Table Ronde, 2016, p. 166.

[4] François Guérif. Du polar: Entretiens avec Phillipe Blanchett. Paris: Payot & Rivages, 2013, p. 33.

[5] Jean-Jacques Beineix. Les chantiers de la gloire. Paris: Fayard, 2006.

[6] François Guérif. Des moments de cinema: Entretiens. Paris: La Grange Batelière, 2023, p. 45.

[7] Geoffrey O’Brien. «Il buio nel cervello». En: I colori del nero: cinema, letteratura noir. A cura di Marina Fabbri, Elisa Resegotti. Milano: MystFest; Ubulibri, 1989, p. 114.

[8] Jean-Bernard Pouy. Une brève histoire du roman noir. (Avec la collaboration de Stéfanie Delestre). Paris: L’œil Neuf, 2009, p. 52.

[9] Taibo II «Nota». En: Goodis, David. Viernes negro. Gijón: Júcar, 1990, p. 7.




10.5.24

«LA MALEDICCIÓ DE LA LLUNA SOBRE VERNON STREET»

Pròleg a La lluna sobre l'asfalt, de David Goodis
(Barcelona: Clandestina, 2024), amb Àlex Martín Escribà



Aquesta és una història escrita pel tímid i solitari David Goodis. L’home de Filadèlfia que se’n va a Nova York a treballar de publicista i escriu nombrosos relats per als pulp magazines, col·labora en serials radiofònics i acaba tenint un gran èxit amb la segona novel·la, Dark Passage (1946), que l’any següent serà adaptada al cinema per Delmer Daves, en una pel·lícula interpretada per Humphrey Bogart i Lauren Bacall. És contractat com a guionista per la Warner Bros. a Hollywood però el 1950 se’n torna a Filadèlfia. Després d’haver iniciat una brillant carrera amb cinc novel·les de tapa dura, passa a publicar els originals en butxaca i bona part de la seva obra apareixerà a «Gold Medal Books», amb títols com Cassidy’s Girl (1951), del qual es venen més d’un milió d’exemplars, The Moon in the Gutter (1953, La lluna sobre l’asfalt), Down There (1956, Dispareu contra el pianista) o Night Squad (1961, Brigada nocturna), entre d’altres.

Aquesta és també una història d’un escriptor que va tenir una vida traumàtica.[1] Primer, la mort d’un germà, Jerome, d’una meningitis quan només tenia tres anys. Després, el curt matrimoni amb Elaine, una misteriosa dona pèl-roja i atractiva, que el maltracta i abandona poc temps després, on Goodis queda marcat fatídicament per sempre més. Però aquesta també és la història vital d’un escriptor excèntric que va viure com si estigués arruïnat: a Califòrnia lloga un sofà per uns miserables dòlars a casa d’un amic, condueix sempre un atrotinat Chrysler descapotable i vesteix com un autèntic destraler. A Filadèlfia freqüenta alcoholitzat les tavernes dels barris baixos i té una dèria per les negres grasses. Després de l’experiència a Hollywood, torna a casa dels pares els darrers anys de la seva vida, i es fa càrrec d’en Herbert, el seu germà esquizofrènic. Mira d’escriure tots els dies, l’un rere l’altre, però la mort del pare el deixa trastocat. El món de Goodis aleshores s’enfonsa, i encara més quan el 1965 denuncia els productors de la sèrie televisiva The Fugitive (1963-1967, El fugitiu) per plagi de Dark Passage. El 1966, desesperat, decideix ingressar voluntàriament en un hospital psiquiàtric i mor d’un ictus un any després. Tenia quaranta-nou anys.

Aquesta és, doncs, una història escrita per un autor maleït, maltractat per la crítica, que després de mort té els seus llibres descatalogats, el seu nom és bandejat de les enciclopèdies nord-americanes i, en canvi, obté un gran ressò a França. Reivindicat per André Gide, Jean-Paul Sartre o Albert Camus, se’l publica regularment des de les darreries dels anys quaranta; les seves obres, plenes de nihilisme i desesperança, es converteixen en font d’inspiració de diversos directors de cinema com Pierre Chenal, François Truffaut, Henri Verneuil, René Clément, Jean-Jacques Beineix, Gilles Behat o Francis Girod, i fins i tot el periodista, escriptor i traductor Phillipe Garnier [2] li ha dedicat dues apassionants biografies.

La seva obra, en canvi, no es tornarà a publicar als Estats Units fins que Barry Gifford crea la col·lecció «Black Lizard» als anys vuitanta, per recuperar obres de grans autors oblidats de la segona generació de la novel·la negra nord-americana, on publica sis títols de Goodis. En aquesta mateixa època se’l comença a publicar també a Espanya, en català i castellà, tot i que abans ja ens havien arribat alguns títols de la mexicana editorial Novaro o de les argentines Acme, Hachette i Tiempo Contemporáneo.

Aquesta també és la història d’una novel·la maleïda d’un autor maleït. The Moon in the Gutter va ser publicada als Estats Units el 1953 amb el número 348 de la col·lecció «Gold Medal Books» de Fawcett, amb coberta il·lustrada per Victor Olsen, i ha tardat seixanta-nou anys a ser reconeguda com la gran novel·la que és, després de ser publicada de nou el 2012 per la prestigiosa Library of America en el volum editat per Robert Polito David Goodis: Five Noir Novels of the 1940 & 50s.

L’editorial Gallimard, que publicava Goodis a França, no es va veure amb cor d’editar-la, i entre les fitxes de lectura de la col·lecció «Série Noire» de 1953, redactades per Marcel Duhamel i els seus col·laboradors, n’hi ha una dedicada a aquesta novel·la per refusar-ne la publicació que diu així: «Laboriosa i avorrida, el Zola del pobre». [3] Força anys després, quan un usuari de la llibreria parisenca Le Troisième Œil, dirigida per l’especialista François Guérif, li duu el manuscrit i el llegeix, exclama: «Però això no és possible, estan completament bojos a la “Série Noire”». [4] De fet, va caldre esperar fins al 1981 perquè Fayard, amb traducció de Danièle Bondil, publiqués La lune dans le caniveau.

Aquesta, però, és també la història d’una pel·lícula maleïda, i, per tant, d’una novel·la maleïda i d’un autor maleït. Dos anys després de la seva publicació, el director parisenc Jean-Jacques Beineix —ja conegut per l’exitós llargmetratge Diva (1980)— adaptaria la novel·la al cinema. Beineix confessa a les seves memòries [5] que el text el va deixar bocabadat «pel seu univers, desesperant, nocturn, sense esperança». Per interpretar el personatge principal, el director pensa en Bernard Giraudeau, després en Patrick Dewaere, però per exigències de la productora és finalment Gérard Depardieu l’escollit. Malgrat la potència i alhora fragilitat del seu rostre, Beineix en va quedar ben decebut. L’acompanyen Nastassja Kinski —que ja havia treballat a Tess (1979) amb Roman Polanski— i una joveníssima Victoria Abril, que interpreta magistralment el rostre de la vulgaritat i l’animalitat del seu personatge. La pel·lícula es roda en una Marsella no identificable, ja que el film oscil·la més entre el surrealisme i l’hiperrealisme, ple de distorsions formals i visuals, tot refusant el vessant més psicològic. En una entrevista, el director declara: «Si el llibre de David Goodis m’ha agradat, és perquè parla de la societat en què visc. Estic en harmonia amb el personatge: un home al fons d’un carreró sense sortida, literal i figurat. Darrere, més enllà, hi ha el mar, el port, els vaixells». [6] Un cop estrenada, la crítica va ser expeditiva i va titllar la pel·lícula d’esteticista i artificiosa, i va ser un fracàs de taquilla.

Teniu a les mans una ambigua història onírica i fatalista de personatges perduts en un laberint, en què, com afirma Geoffrey O’Brien, «el lirisme sentimental de la prosa de Goodis amaga una visió cruel de la vida». [7] És una crònica d’un amor impossible personificat per Loretta als molls de Filadèlfia, a Vernon Street, on no hi ha espai per a l’esperança, ni redempció per a l’estibador William Kerrigan ni justícia per a la seva germana Catherine. Un carreró de somnis perduts en què cada nit la lluna reflecteix una taca de sang resseca sobre l’asfalt, que recorda als seus habitants la impossibilitat de sortir-se’n i on l’únic consol és al cul d’una ampolla. Una història escrita per un home de qui l’escriptor Marvin H. Albert va dir: «Ah! Goodis, una barreja d’amor boig i tristesa, desesperat i tranquil alhora, una agonia lenta i romàntica. Era un home desesperadament solitari...». [8] 

La lluna sobre l’asfalt és una d’aquelles novel·les a la recerca d’un món que és ben bé la cara oculta del somni americà. Goodis ens deixa prop d’una vintena de novel·les, i avui és considerat un dels autors més destacats de la seva generació, un escriptor d’atmosferes i «de personatges que acostumen a retratar el submon marginal de les grans ciutats, reflectir les permanents derrotes, estar enfonsats en situacions sense sortida, perduts en un món ple de fronteres i obstacles», [9] com una mena d’abisme i d’intensitat tràgica.

La maledicció de la lluna sobre Vernon Street. Ara sí, n’hi ha prou amb concloure aquest pròleg tal com l’hem començat: aquesta és una història escrita pel tímid i solitari David Goodis...


Jordi Canal i Artigas i Àlex Martín Escribà


NOTES

[1]. James Sallis. Vidas difíciles: Jim Thompson, David Goodis, Chester Himes. Barcelona: Poliedro, 2004.

[2]. Goodis, la vie en noir et blanc. Paris: Seuil, 1984 i Retour vers David Goodis. Paris: Éditions de la Table Ronde, 2016.

[3]. Philippe Garnier. Retour vers David Goodis. Paris: Éditions de la Table Ronde, 2016, p. 166.

[4]. François Guérif. Du polar: Entretiens avec Phillipe Blanchett. Paris: Payot & Rivages, 2013, p. 33.

[5]. Jean-Jacques Beineix. Les chantiers de la gloire. Paris: Fayard, 2006.

[6]. François Guérif. Des moments de cinema: Entretiens. Paris: La Grange Batelière, 2023, p. 45.

[7]. Geoffrey O’Brien. «Il buio nel cervello». A: I colori del nero: cinema, letteratura noir. A cura di Marina Fabbri, Elisa Resegotti. Milano: MystFest; Ubulibri, 1989, p. 114.

[8]. Jean-Bernard Pouy. Une brève histoire du roman noir. (Avec la collaboration de Stéfanie Delestre). Paris: L’Oeil Neuf, 2009, p. 52.

[9]. Taibo II. «Nota», a Goodis, David. Viernes negro. Gijón: Júcar, 1990, p. 7.



25.5.21

«OBLIDANT EL PASSAT, ENS CONDEMNEM A REVIURE'L»

Pròleg a Crims per a la memòria, de Didier Daeninckx
(Barcelona: Alrevés, 2021), amb Àlex Martín Escribà

 


L’escriptora i historiadora Dominique Manotti afirma que «si vous voulez vivre ou revivre les crises de l’histoire de votre pays, n’hesitez pas, lisez de bons romans noirs».[1] Aquest és precisament un dels principis de l’anomenat «néo-polar», moviment literari que va renovar el gènere negre a França precisament pel seu grau de compromís com a eina d’intervenció social, per denunciar les injustícies de la societat contemporània, assenyalar els crims d’Estat i contrastar les desigualtats socials.

Alguns anys més tard, apareixerà tot un grup, fills del maig del 68,  encapçalat per Jean-Patrick Manchette, entre els quals destaquen Marc Villard, Jean-Bernard Pouy, Jean Vautrin, Fredéric H. Fajardié, Jean-François Vilar, Thierry Jonquet i Didier Daeninckx. Aquest darrer neix el 1949 a Saint Denis, és periodista i escriptor i ha mostrat al llarg de la seva trajectòria literària un compromís amb tot allò que diu i escriu. Com declarava Manuel Vázquez Montalbán, Daeninckx forma part d’aquella «concepción de la novela negra como novela de izquierdas, incluso como única novela factible, que defendían desde una cierta posición trotskista. [...] Tenían de algún modo una vocación de novelistas sindicalistas».[2]

Pel que fa a la seva trajectòria literària, l’escriptor va debutar amb Mort au premier tour (1982), però ben aviat publica a la prestigiosa col·lecció Série Noire de Gallimard el seu text més emblemàtic, Meurtres pour mémoire (1983), guardonat amb el prestigiós Grand prix de littérature policière i el Paul Vaillant-Couturier. Val a dir que el text, de gran èxit, ha obtingut també algunes adaptacions, com la televisiva realitzada per Laurent Heynemann l’any 1985, els còmics il·lustrats per Jeanne Puchol i Octobre Noir, per Mako, així com un audiollibre o un programa radiofònic a France Culture. Després vindrien d’altres títols negres imprescindibles com Le géant inachevé (1984), Le bourreau et son double (1986), Le facteur fatal (1990). Darrere hi ha també una prolífica carrera, on ha escrit alguns títols de la sèrie Une enquête de Gabriel Lecouvreur dit le Poulpe, altres novel·les generalistes, multitud de relats, assajos i una llarga sèrie de títols de caràcter juvenil. 

En el seu moment, la publicació de Meurtres pour mémoire fou, d’entrada, ben polèmica, perquè, com explica novament Dominique Manotti «il étaie son roman sur de nombreux témoignages d’Algériens, mais a l’époque où il publie son roman, en 1984, les faits ne sont admis par aucun historien».[3] De fet, a finals de 1961 Paulette Péju publica Ratonnades à Paris (Maspero), amb fotografies d’Elie Kagan, i el llibre és censurat i retirat de la venda i no es torna a publicar fins al 2000. També, l’escriptor afroamericà William Gardner Smith, expatriat a París, publica el 1963 la novel·la The Stone Face, en la què es fa ressò de la massacre i, evidentment, la novel·la no es podrà publicar a França. La guerra d’Algèria ha estat recreada posteriorment en el gènere negre des de diferents òptiques i perspectives en títols com Un baiser sans moustache (1998), de Catherine Simon; Le Pied-Rouge (1999), de François Muratet; Sérail killers (2000), de Lakhdar Belaïd o Alger la noire (2006), de Maurice Attia, entre d’altres.

Ara bé, recordem, si us sembla, els fets tràgics  d’aquesta novel·la i de la ja coneguda «massacre de Paris»: En plena guerra d’Algèria, el 5 d’octubre de 1961, el prefecte de policia de París, Maurice Papon, dicta el toc de queda per als cent cinquanta mil treballadors algerians i els musulmans francesos que viuen a la regió parisenca, des de dos quarts de nou del vespre fins a dos quarts de sis de la matinada, i obliga a tancar els bars freqüentats per algerians a partir de les set de la tarda. Com a reacció el Front de Libération Nationale (fln) convoca una manifestació pacífica —sense eslògans, sense pancartes— el 17 d’octubre per protestar contra aquest toc de queda. Papon reuneix set mil policies i antidisturbis per bloquejar la manifestació i els accessos a París, i la policia tiroteja els manifestants al pont de Neuilly. Moren entre dues-centes i tres-centes persones i molts cossos son llençats al Sena. També, més de deu mil algerians seran detinguts i maltractats, traslladats en furgons policials i autobusos de la ratp[4] al Palau d’Esports i a l’estadi Pierre de Coubertin. Els fets són silenciats per la premsa[5] i ignorats per la població francesa, que ni tan sols es mobilitza davant d’aquelles atrocitats. Cal esperar gairebé quaranta anys perquè es reconeguin les víctimes d’aquella ignomínia d’Estat, d’aquella tragèdia, quan l’alcalde socialista Bertrand Delanoë decideix commemorar els fets amb una trista placa al pont de Saint-Michel: «A la mémoire des nombreux algeriéns tués lors de la sanglante repression de la manifestation pacifique du 17 octobre 1961».

Amb la reedició de Meurtres pour mémoire —nosaltres hem optat per una nou títol, Crims per a la memòria[6] la col·lecció «crims.cat» pretén commemorar l’efemèride dels seixanta anys d’uns fets que el govern va titllar «d’assumpte secundari» i que van ser impossibles d’investigar, a causa d’una llei d’amnistia aprovada pel general Charles de Gaulle el 17 de juny de 1966 que incloïa «els actes comesos en el marc d’operacions policials administratives o judicials». Però la novel·la assenyala, també, un altre fet del passat que surt a la lluny poc abans de  la seva aparició. El 6 de maig de 1981, l’escriptor i historiador jueu Michel Slitinsky, membre de la resistència amb part de la seva família deportada i morta a Auchswitz, publica l’article «Papon, aide de camps» al diari satíric Le Canard enchainé, amb documents amb els quals l’incrimina de la deportació de 1.645 jueus francesos com a secretari general de la prefectura de Gironda, amb seu a Bordeus, durant l’ocupació alemanya. En el moment de l’aparició de l’article, Maurice Papon és ministre d’Economia en el govern de Raymond Barre; el 19 de gener de 1983, Papon és inculpat de crims contra l’humanitat i Daeninckx escriu la novel·la entre gener i febrer, i es publica el desembre del mateix any. Després vindran disset anys de batalla legal durant la qual Papon fuig a Suïssa, l’octubre de 1999, on és detingut, lliurat a les autoritats franceses i, finalment, amb vuitanta-nou anys tancat a la presó de Fresnes, d’on serà alliberat el 18 de setembre de 2002. Mai, però, no serà condemnat per la massacre de 1961.

Pel que fa a l’estructura del text, Daeninckx destaca per un estil periodístic, gairebé documental, amb l’obertura dels dos primers capítols on es narren els fets reals d’aquell sagnant dia i ens planteja a les pàgines posteriors tota una ficció de la investigació dels esdeveniments protagonitzats pel seu personatge Cadin, inspector de províncies, protagonista també d’una sèrie de novel·les i relats. I ho fa amb la investigació de la mort del jove Bernard Thiraud —historiador que investiga la condemna a mort que un tribunal col·laboracionista va dictar contra Charles de Gaulle— assassinat el 1983 a la porta de la Prefectura de Policia de Toulouse, que el durà inexorablement a conèixer la mort, vint any abans, del seu pare Roger Thiraud, professor d’història i de llatí de l‘Institut Lamartin, casualment el dia fatídic de la massacre. Pel personatge de Veillut, Daeninckx es va inspirar directament en un model real, el de Maurice Papon. És una novel·la on l’escriptor exerceix com «un détective de l'histoire qui lutte contre l'amnésie collective. Spécialiste des enquêtes, met en lumière certains faits cachés par la raison d'État»[7] i que Joan de Sagarra la va definir com a «literariamente inteligente».[8] Tan intel·ligent —afegim nosaltres— que sembla gairebé una crònica i un fotograma del dia ignominiós.

Ens trobem, per tant, davant d'una obra mestra del gènere que també obre el camí a una nova tendència dins la novel·la negra, la retrospectiva, que s’acosta al passat no tant per cercar un mer decorat on ambientar la trama, com fa la novel·la policíaca històrica, sinó per reescriure des de la ficció els esdeveniments més foscos de la història oficial i anar a la recerca de les arrels dels problemes contemporanis. És una tendència que han seguit autors com la mateixa Dominique Manotti, el nord-americà James Ellroy o l’anglès David Peace. Meurtres pour mémoire, com altres títols de Didier Daeninckx, «son marqués par le souci de l’histoire oubliée, ce que d’aucuns appellent les “cadavres dans le placard”, c’est-à-dire par le désir de ressusciter les vaincus de l’histoire»,[9] perquè, com ens recorda a l’encapçalament d’aquesta novel·la, «oblidant el passat, ens condemnem a reviure’l».

 


[1] Manotti, Dominique. «Polar et histoire». Temps Noir, 2013, núm. 16, p. 323.

[2] Tyras, Georges. Geometrías de la memoria. Granada: Zoela, 2003, p. 96.

[3] Manotti, Dominique. «Polar et histoire». Temps Noir, 2013, núm. 16, p. 323.

[4] Administració Autònoma de Transports Parisencs. Xarxa de transports públics de París i la seva àrea metropolitana

[5] Seelow, Soren. «17 octobre 1961: “Ce massacre a été occulté de la mémoire collective”». Le Monde, 17-10-2011.

[6] Aquesta novel·la va ser publicada per primera vegada en català el 1987 a la col·lecció La negra de La Magrana amb el títol de Memòria mortal.

[7] Lebrun, Michel; Mesplède, Claude. La crème du crime. Nantes: L’Atalante, 1997, p. 773.

[8] Sagarra, Joan de. «De campanillas». La Vanguardia, 6-3-2005.

[9] Mandel, Ernest. «”Le nouveau polar” français de l’après-68”». SolidariteS. Cahiers émancipationS, 2010, núm. 171, p. 1.



18.10.18

«PERÒ ÉS QUE NO VIVIM EN UN MÓN JUST...»

Epíleg a Algú que no hi havia de ser, de Manuel de Pedrolo
(Barcelona: Alrevés, 2018), amb Àlex Martín Escribà



Deia Raymond Chandler en una carta adreçada a Erle Stanley Gardner el 1939, que havia après a escriure novel·les curtes gràcies a una de seva, i quan va voler convertir-se en escriptor professional, va seguir la màxima d’«analitza i imita». Manuel de Pedrolo a l’acostar-se a la novel·la negra també ho fa, i pren com a model grans autors nord-americans com W.R. Burnett, James M. Cain i Margaret Millar, i així neixen novel·les com Es vessa una sang fàcil (1954), Joc brut (1965) i Mossegar-se la cua (1968).

Pedrolo, home curiós i avançat al seu temps, estava a l’aguait del què passava dins i fora de Catalunya, era un bon lector del gènere, havia traduït al castellà per a l’editorial Bruguera i alguns títols de Georges Simenon per a Albor, i quan es va fer càrrec de la col·lecció «La Cua de Palla» d’Edicions 62, va seleccionar títols dels grans clàssics de la novel·la negra nord-americana, però també autors contemporanis francesos del polar.

Algú que no hi havia de ser pertany a un subgènere ben poc freqüentat a casa nostra, potser per desconeixement, potser per abús de novel·la procedimental. Ens referim a la crook-story, o millor dit, aquelles històries enfocades des de l’òptica del delinqüent. A les mans tenim una novel·la ben realista, un robatori a una petita sucursal bancària, premeditat i estudiat, però també ben fatalista, on un cop més el lector no en pot sortir il·lès. I és que el determinisme ens assenyala des de la primera pàgina «tot va començar per pura casualitat. A Sant Andreu, no se m’hi havia perdut res».

Escrita el 1972 i publicada per edicions Proa el 1974, podem situar-la en el temps entre el De mica en mica s’omple la pica (1972), de Jaume Fuster, i Tatuaje (1974), de Manuel Vázquez Montalbán, dues novel·les fundacionals de la tradició de la novel·la negra a Catalunya i a Espanya. Això sí, en aquest cas el text de Pedrolo difereix força dels considerats pares del gènere dels setanta: mentre Fuster i Vázquez Montalbán fan debutar Enric Vidal i Pepe Carvalho, a través de dos viatges per tal de contraposar la societat opressiva de la Barcelona del tardofranquisme enfront d’Europa com a context social de llibertat, en el cas d’Algú que no hi havia de ser ni tan sols això succeeix. Pedrolo ens ofega a la ciutat cèntrica i perifèrica de Barcelona (Sant Andreu, El Clot, Terrassa) amb fugues i persecucions on no hi ha opció per a l’esperança. Potser només la fugida cap a la frontera francesa suposa un cert alliberament dels protagonistes que romanen angoixats al llarg de tota la narració, com una representació més del que volia mostrar l’escriptor: la misèria humana i la del sistema a la qual estan sotmesos. Una bona mostra de l’ofec i l’opressió que vivia l’home del seu temps.

Manuel de Pedrolo inicia, com hem assenyalat, la seva literatura negra amb arrels nord-americanes i amb el temps va derivant cap a influències franceses del polar, gairebé del néo-polar, diríem. Algú que no hi havia de ser és escrita al mateix temps que a França Gallimard publica a la «Série Noire» Nada, la novel·la de Jean-Patrick Manchette que obre el camí del néo-polar. Només ens cal veure’n algunes relacions: En Algú que no hi havia de ser hi apareix també un grup d’acció directa, de constitució molt recent —«La nostra associació era recent, de tres mesos enrere»—, a l’estil dels molts que sorgeixen de les revoltes del Maig de 1968 francès, i que aquí podrien ser els Grups Autònoms de Combat,[1] posem per cas. Una història amb elements polítics i tots els ingredients que s’esperen en una bona novel·la negra: robatoris, acció, erotisme i algú que no hi havia de ser... desencadenarà una mortaldat. Ara bé, la situació del 1972 a França o a Catalunya és prou diferent. França surt de l’esclat revolucionari de 1968, i Manchette a l’escriure la novel·la està fent una crítica a la manipulació dels grups terroristes d’extrema esquerra: «El terrorisme esquerrà i el terrorisme d’Estat, encara que els seus mòbils no siguin comparables, constitueixen les dues tenalles de la mateixa trampa per a idiotes». A Algú que no hi havia de ser, tot i l’anhel de llibertat i la bondat del propòsit del grup revolucionari, la cosa comença malament i no pot acabar pitjor.

«Pel món hi ha molta gent perseguida injustament que potser es podrien defensar més bé si disposaven de diners. D’altres que emprenen accions reivindicatives que anirien més lluny si darrera hi hagués un suport econòmic. Sovint s’han de pagar advocats, penyores, despeses legals de tota mena... O hi ha famílies que necessiten ajut mentre el cap de casa...»

La novel·la també exposa diverses escenes eròtiques, un element recurrent al llarg de la seva producció (negra i no negra), i una bona mostra més de la seva literatura transgressora que, sent conscient dels límits de la censura, volia establir com un símbol més de naturalitat. En aquest cas, l’erotisme potser no és tan desencadenant de l’acció com per exemple el de Joc brut, però sí ben manifest: el de l’Ernest —el narrador i artífex de tota la història— amb quatre dones, que ens ajuda a fer-nos una idea dels usos i costums sexuals de l’època. L’anada amb l’Elisa a La Casita Blanca,[2]encara que no citada explícitament—: «Havíem arribat a la plaça de Lesseps sense ensopegar cap més llum en contra i ara la travessàvem cap a l’avinguda de l’Hospital Militar (...), en arribar a la cantonada, vaig tombar cap a l’esquerra sense saber si la maniobra era permesa». La utilització de la Neus: «Cap a quarts de dues de la matinada, en un establiment discret del carrer de Muntaner, vaig trobar la mena de noia que em calia», i de la Glòria, la immigrant d’Albacete que viu Terrassa: «Era una dona fresca i agradable, potser un xic massa grassona, i en ser a Can Montllor em va invitar a pujar al pis a beure una cervesa». Finalment, però, l’Ernest s’enamora de la revolucionària: «En tombar la cara, vaig trobar-me amb els ulls de la Ramona que em miraven amb una expressió insegura, ben poc avinguda amb l’atreviment de la mà».

Per aconseguir els diners fruit de l’atracament, el grup revolucionari mata tres dels atracadors, en Marc Dauradell, en Joan Grassal i en Pere Roura, i en el tiroteig un dels revolucionaris també mort, en Josep Oliana. Quan l’Elisa és detinguda per la policia i davant la possibilitat que els delati, la resta del grup fuig cap a França. En Miquel, en Xavier i en Domènec se salten el control duaner i moren «quan s’encastaren contra un camió cisterna», sense saber que l’Elisa «havia mort esclafada per un cotxe contra el qual es precipità quan intentava d’escapar-se de la policia». L’Ernest se salva del tiroteig del pis del carrer d’Escornalbou perquè surt més tard de l’oficina bancària en un segon cotxe, i arriba quan tot ja ha acabat. La Ramona i en Joaquim se salven per una avaria al cotxe amb el que fugen i que els deixa a l’entrada de Puigcerdà. Un total de vuit morts gratuïtes, inútils...

La novel·la acaba amb l’Ernest entrant en el grup, molt reduït ja, conscient que ha passat a l’altra banda, «no pas impunement, ara ho sabia...», i reflexa l’opressió i la desesperació dels darrers anys de la dictadura. El sistema en surt indemne, els malfactors i els revolucionaris morts...  Faltaran tres anys per a la mort de Franco, i el règim encara executarà Salvador Puig Antich l’any que es publica la novel·la.

Un d’aquells textos d’en Pedrolo que va passar gairebé desapercebut, ben poc citat als epistolaris i a les entrevistes però que encaixa amb la idea de la seva escriptura quan diu «em proposo una exploració de la condició humana, de les seves limitacions, de les seves possibilitats, dels seus actes, per tal d’aclarir  les nostres qualitats, els nostres defectes, l’ús que podem fer de la nostra existència, no pas en allò que té o pot tenir d’accessori, sinó en allò que li és essencial».[3] Essencial Pedrolo i la seva literatura, com tota la producció negra que ens ha deixat. Aquí no farem cas del títol, perquè en Pedrolo si que hi havia de ser, avui ens faria més falta que mai.



[1] «Paral·lelament als esforços del moviment obrer, universitari i cultural, els darrers anys de la dictadura van estar salpicats d’accions de grups armats de curta vida i posicionaments ideològics molt heterogenis, el més destacat dels quals va ser el mil (Movimiento Ibérico de Liberación), un grup marxista-anarquista d’àmbit principalment català, molt influenciat per la tradició consellista i llibertària del moviment obrer de Barcelona. El seu principal inspirador fou Oriol Solé Sugranyes, tot i que el membre més popular acabaria sent Salvador Puig Antich. El mil, que va iniciar les seves activitats el febrer de 1971, s’estructurava en Grups Autònoms de Combat (gac), les accions dels quals consistien principalment en atracaments a sucursals bancàries. Amb els diners robats editaven les seves publicacions clandestines i ajudaven els comitès de vaga i els obrers represaliats. Les contradiccions entre els seus membres sobre com organitzar la lluita aviat es van fer paleses, fins al punt que el grup va decidir autodissoldre’s l’agost de 1973». Esther Rodríguez. Els maquis. Valls: Cossetània, 2005, p. 129
[2] Famós meublé barceloní que va funcionar des de 1912 fins 2011 i que, curiosament, en el moment de la escriptura de la novel·la no funcionava, ja que va ser clausurat de 1971 a 1977.
[3]   Manuel de Pedrolo. Si em pregunten, responc. Barcelona: Aymà, 1974, p. 22.

12.7.17

« CHANDLER ESTUVO AQUÍ»

Pròleg a La vida de Raymond Chandler, de Frank MacShane
(Barcelona: Alrevés, 2017), amb Àlex Martín Escribà




Su nombre se asocia al gran detective de ficción por antonomasia, con permiso —claro está— del Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle. Convertido en la actualidad en un arquetipo literario y cinematográfico, fruto de numerosas reescrituras y franquicias literarias, es el investigador de novela negra más citado —que no leído— de todos los tiempos. 

Bastaron siete novelas completas y algunos relatos para alcanzar un éxito sin precedentes: heredero del caballero andante y del cowboy, solitario y justiciero, Philip Marlowe sacó licencia como detective privado después de ser expulsado del cuerpo policial por insubordinación. Cínico, duro, irónico y sentimental, se mueve como pez en el agua en las sórdidas calles de Los Ángeles, donde traza una completa crónica de la sociedad norteamericana de los años cuarenta y cincuenta. En definitiva, unas novelas narradas en primera persona, con diálogos chispeantes, que mostraron un mundo corrupto e hipócrita, cuya podredumbre moral crece a medida que avanzan sus investigaciones. En ese viaje al infierno, el detective parece solo estar a salvo en su viejo despacho destartalado o consumiendo bebidas alcohólicas y recordando a rubias antológicas. 

Para poder entender la esencia de este personaje de ficción es necesario conocer bien a su creador. Bajo el título La vida de Raymond Chandler (1976), firmado por el prestigioso crítico y escritor Frank MacShane (1929-1999), y publicado en España en 1977 por la editorial Bruguera con espléndida traducción de Pilar Giralt y ahora reeditado por Alrevés, el lector tiene entre manos la primera[1] y excelente biografía creada a partir de testimonios directos y abundante documentación, manuscritos y correspondencia de Chandler que le permitirá entender la excéntrica vida de un escritor que se crio en Inglaterra pero que supo captar el espíritu californiano como pocos lo han hecho. Hombre de carácter huraño y solitario, depresivo, mujeriego, adicto al alcohol, tuvo una vida repleta de sucesos e incidentes de todo tipo: abandonado por su padre, casado con una mujer dieciocho años mayor que él, despedido traumáticamente de una compañía petrolera, tuvo que realizar diferentes oficios antes de poderse dedicar a la escritura con casi cincuenta años. 

Un libro que nos cuenta también sus inicios literarios, su paso por emblemáticos pulp magazines como Black Mask y Dime Detective, la canibalización de algunos de sus relatos para la escritura de las novelas, sus encuentros y desencuentros con escritores de la talla de Dashiell Hammett o James M. Cain, o los interesantes procesos de las adaptaciones cinematográficas de algunas de sus obras y su doloroso paso por Hollywood como guionista.

En definitiva, una biografía necesaria y de referencia que —si nos lo permiten— deben complementarse con dos imprescindibles ensayos más, que todo amante de Raymond Chandler debería conocer. Primero, El simple arte de matar, un excelente tratado que permite revisar los arquetipos universales del escritor —donde critica el mal estilo de sus colegas—, define el rol del detective privado y plantea las necesarias fórmulas sobre cómo escribir novelas duras y realistas. El segundo, su extensa correspondencia publicada en El simple arte de escribir, una sucesión de cartas y contradicciones del escritor con la industria del cine, además de las siempre difíciles y conflictivas relaciones que mantuvo con editores, agentes y abogados. 

No les entretenemos más. Pasen y lean. El libro que se disponen a leer supone un retrato exhaustivo de un escritor que, entre muchas otras facetas, creó a uno de los detectives más universales de todos los tiempos. Para comprobar y entender su repercusión, pregunten a los lectores más ávidos o simplemente lean a la mayoría de los investigadores actuales. Observarán cómo todos ellos son, en mayor o menor medida, hijos de Philip Marlowe… porque, no lo duden, Raymond Chandler estuvo aquí.



Más tarde han aparecido otras biografías, entre las que cabe destacar Raymond Chandler: A Biography (1997), de Tom Hiney; The Long Embrace: Raymond Chandler and the Woman He Loved (2007), de Judith Freeman; o The Life of Raymond Chandler (2012), de Tom Williams.