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6.11.23

INTERROGATORIS. GÈNERE NEGRE I MEMÒRIA, D'ÀLEX MARTÍN ESCRIBÀ (CLANDESTINA)

 




Àlex Martín Escribà. Interrogatoris: gènere negre i memòria. Barcelona: Clandestina, 2023. ISBN: 978-84-19627-19-3

Aquest és un llibre d'entrevistes. N'hi ha un total d'onze, a escriptors i especialistes de renom, bona part dels quals, francesos. La tria no és casual: França no és tan sols el país capdavanter del gènere negre a Europa, sinó també tot un referent dels estudis teòrics, cabdal per entendre avui la recepció d'aquest tipus de literatura a casa nostra.

Sota el títol Interrogatoris, us oferim unes converses amenes i distretes, però també rigoroses i exhaustives, tant per a un públic especialitzat com  per a tots els amants del gènere, que ens permeten analitzar sobretot les relacions històriques que existeixen entre gènere negre i memòria, però també altres temàtiques com les col·leccions literàries, les terminologies, els moviments i els autors.

Un assaig construït amb preguntes i respostes que pretén mostrar com aquesta narrativa realista i crítica -com diria Raymond Chandler- ha estat i és encara un vehicle excel·lent per investigar els problemes de la nostra societat.


Dossier de premsa:




7.2.23

4.2.22

26.1.22

GRANDES TEMAS DEL CINE NEGRO (DOLMEN)


Grandes temas del cine negro. Coordinado por: Xavi J. Prunera, Quim Casals, Lluís Nasarre, Sintu Amat. Palma de Mallorca: Dolmen, 2022. (Cult Movies). ISBN: 978-84-18898-49-5

Aun siendo conscientes de que el cine negro es un género que bebe del expresionismo alemán y que, por consiguiente, se fundamenta en un estilo eminentemente visual, los coordinadores Grandes temas del cine negro estamos convencidos de que el noir cuenta con un abanico temático lo suficientemente jugoso como para dedicarle este ensayo. Con dicho propósito, pues, Grandes temas del cine negro ha puesto todo su empeño en analizar con detenimiento y profundidad tanto los temas universales que hacen referencia a la condición humana (la violencia, la corrupción, la figura de la femme fatale, la del detective privado…) como otros relativos al contexto histórico que vio nacer a este género en los EUA (la Gran Depresión, la Guerra Fría, el desencanto hacia el Sueño Americano…). Lo hemos hecho, eso sí, con amplitud de miras, concediendo mayor atención al noir de los 40 y los 50, pero sin olvidarnos en absoluto del cine de gangsters de los 30, del thriller, del polar francés, del poliziesco italiano, del noir japonés, del cine policíaco de los 60 y 70, del cine de mafiosos, del cine de espionaje, del noir hibridado en otros géneros y, obviamente, del neo-noir. Allá donde haya un callejón oscuro, allá donde se respire fatalidad, allá donde se cometa un crimen…, allá estará Grandes temas del cine negro.



Casa de juegos

  

«Ases y jotas, un hombre con un hacha, reyes suicidas…»

Joey, en Casa de juegos (David Mamet, 1987)

 

 

«Cuando yo me lanzo, cuando me lanzo de verdad, siento lo que…  lo que el jockey montando un caballo de carrera, con toda la velocidad  y la potencia bajo sus pies. No puede contener la presión que le domina y sabe, sabe, cuando tiene que darle suelta y hasta qué punto. Todo trabaja al mismo tiempo, el ritmo, el tacto, es algo maravilloso, es una sensación grande, ves el objetivo y ves que lo has conseguido, y de pronto siento como alas en el brazo, y el taco forma parte de mí. Me doy cuenta, es positivo, tiene nervios. Un pedazo de madera, adquiere nervios. Incluso el sonido de las bolas, no tienes que mirar, lo sabes. Si, acabas de hacer una jugada formidable, juegas como ninguno, mejor que ningún jugador en el mundo». Así declara su pasión por el billar Eddie Relámpago Felson (Paul Newman) y sin embargo no podrá derrotar al Gordo de Minnesota (Jackie Gleason) en El buscavidas (The Hustler, 1961), de Robert Rossen, basado en la novela de Walter Tevis.


 La historia del cine revela magníficos films sobre el juego que reflejan retos por superar al eterno vencedor, como vemos en la continuación de la película de Rossen, El color del dinero (The Color of Money, 1986), de Martin Scorsese,  con Eddie Felson (Paul Newman) y Vincent Lauria (Tom Cruise). También en la adaptación de la novela de Richard Jessup inspirada en la obra de Tevis, El rey del juego (Cincinnati Kid, 1965), de Norman Jewison, ambientada en el New Orleans de la Depresión, con un soberbio enfrentamiento en la partida de póquer entre Kid (Steve McQueen) y Lancey Howard (Edward G. Robinson), o la sucesión de partidas en Rounders (1998), de John Dahl, donde Michael McDermott (Matt Damon) lo deja muy claro: «Escuchad, así es el juego; si no descubres al primo en la primera media hora de partida, es que el primo eres tú».


 El cine nos muestra asimismo el reverso del as de picas, a través de distintas plasmaciones de su lado oscuro, mostrando trastornos del control de los impulsos como son la adicción al juego y a las apuestas, muy bien reflejados en las personalidades de Poppy (Gene Tierney) en El embrujo de Shangai (Shangai Gesture, 1941), de Josef von Sternberg; de Joan Boothe (Barbara Stanwyck) en Dirección prohibida (The Lady Gambles, 1949), de Michael Gordon, o de Jackie (Jeanne Moreau) en La bahía de los ángeles (La baie des anges, 1963), de Jacques Demy.


 Si bien el juego no es un tema central, en el cine negro se vuelve lugar común: partidas ilegales de póquer en garitos, con whisky y niebla de humo de cigarrillos; hombres sudorosos en un callejón jugando a los dados con los billetes arrugados de dólar de las apuestas en la mano esperando a la suerte; los nervios del apostador a las carreras de caballos, las deudas al corredor de apuestas… Lo vemos como compás de espera, para matar el tiempo antes de realizar un golpe, en la partida de póquer que se desarrolla la noche anterior al atraco en Forajidos (The Killers, 1946), de Robert Siodmak, en la que tiene lugar el enfrentamiento entre El Sueco (Burt Lancaster) y Colfax (Albert Dekker) por Kitty (Ava Gardner). Sirve igualmente para visualizar quién está al servicio de quién en la partida entre servidores públicos corruptos y gangsters, en medio de la cual Vince Stone (Lee Marvin) arroja café hirviendo a la cara de Debby Marsh (Gloria Grahame) en Los sobornados (The Big Heat, 1953), de Fritz Lang. Asimismo lo vemos en la ludopatía como generadora de fatalidad, que lleva a delinquir a personajes como Ingram (Harry Belafonte) en Apuestas contra el mañana (Odds Against Tomorrow, 1959), de Robert Wise, o en las deudas de juego del pistolero Dix Handley (Sterling Hayden) a su tenedor de apuestas, Cobby, quién aporta el dinero para la preparación del golpe en La jungla de asfalto (The Asphalt Jungle, 1950), de John Huston, o incluso puede llevar a un individuo al extremo, como en El asesinato de un corredor de apuestas chino (The Killing of a Chinese Bookie, 1976), de John Cassavetes, en la que Cosmo Vitelli (Ben Gazzara) después de haber conseguido saldar sus deudas de juego, lo celebra participando en una partida ilegal en la que pierde veintitrés mil dólares y al no poder pagar la deuda, la mafia le obligará a cometer un crimen.


 Sin embargo es en la transgresión de las reglas donde el cine negro alcanza su esplendor, porque donde hay juego hay dinero y esto es lo que de verdad cuenta, conseguir el dinero al precio que sea: cartas marcadas o escamoteadas, dados cargados, timos, combates amañados, atracos a garitos de apuestas o a lo grande, en los casinos porque, como decía Brecht, «¿qué es robar un banco comparado con fundarlo?». Ahí, tanto el cine de gangsters, como el negro, el polar o el neo-noir encuentran un filón, ya sea para mostrar el atraco a la recaudación de dos millones de dólares de las apuestas a las carreras en el hipódromo de Lansdowne Park, mientras miles de aficionados están pendientes de Relámpago Rojo —el caballo favorito—, en esa obra maestra del hold-up que es Atraco perfecto (The Killing, 1956), de Stanley Kubrick adaptando la novela de Lionel White, o bien el atraco a una timba de cartas durante la campaña electoral de 2008, mientras John McCain y Barack Obama se disputan la presidencia de los Estados Unidos, en Mátalos suavemente (Killing Them Softly, 2012), de Andrew Dominik sobre la novela de George V. Higgins, donde dos ex convictos deciden asaltar una partida ilegal para que la culpa recaiga sobre el organizador, sin saber que el dinero que se llevan es de la mafia, la cual contrata al asesino Jackie Cogan (Brad Pitt) para encontrarlos y éste, al final del film afirma: «Yo vivo en América y en América estás solo. América no es un país, solo es un negocio. Así que paga, hijo de puta».


 Para un fullero cualquier lugar es bueno para desplumar a los incautos, ya sea en un tren de camino a La Jolla en el que Roy Dillon (John Cusack) desvalija a un grupo de soldados con sus dados cargados, mientras su madre Lilly (Anjelica Huston), apuesta en el hipódromo a los caballos no favoritos para nivelar las probabilidades por cuenta del mafioso corredor de apuestas Justus Bobo, en la magnífica adaptación de la novela de Jim Thompson Los timadores (The Grifters, 1990), de Stephen Frears. Todo vale para hacerse con el botín, incluso si sirve para vengar la muerte de un amigo a manos del peligroso gangster Doyle Lonnegan (Robert Shaw), como el ingenioso timo con las apuestas a las carreras de caballos ideado por Henry Gondorff (Paul Newman) y Johnny Hooker (Robert Redford) en El golpe (The Sting, 1973), de George Roy Hill.


 El juego, durante muchos años prohibido o tolerado —¿quién no recuerda las palabras del capitán Renault justificando el cierre del local de Rick en Casablanca?: «¡Qué escándalo! ¡Qué escándalo! He descubierto que aquí se juega», mientras recoge sus ganancias en la ruleta—, cuando el estado de Nevada lo legaliza en 1931, Las Vegas se convierte en un paraíso para la mafia. Un paraíso explotado cinematográficamente desde sus inicios —con biopics como Bugsy (1991), de Barry Levinson— porque, como afirma Sam Ace Rothstein (Robert De Niro), tahúr reconvertido en director del Tangiers en Casino (1995), película dirigida por Martin Scorsese adaptando la novela de Nicholas Pileggi: «Las Vegas es un lugar que limpia los pecados de los tipos como yo, es un túnel de lavado para la moral, hace por nosotros lo que Lourdes hace por los jorobados y paralíticos». Ya no hace falta buscar a un primo, estos se desplazan en masa a los casinos en busca de suerte y allí serán convenientemente desplumados: «los jugadores no tienen ninguna oportunidad y su dinero fluye de las mesas de juego a nuestras cajas», declara Rothstein. Incluso la élite de artistas de Las Vegas de los años sesenta con estrechos contactos con el mundo de la mafia como Frank Sinatra, Dean Martin, Peter Lawford o Sammy Davis Jr. —el Rat Pack—, participaron en la comedia La cuadrilla de los once (Ocean's Eleven, 1960), de Lewis Milestone, que cuenta la historia de cómo once excombatientes de la Segunda Guerra Mundial elaboran un plan perfecto para desvalijar… ¡cinco casinos de Las Vegas en una noche! Así de segura se sentía la mafia.


Ahora bien, seguramente Gilda, de Charles Vidor (1946), es uno de los films que mejor refleja el mundo del juego en el cine negro y arranca con el tahúr Johnny Farrell (Glenn Ford) en su primer día en Argentina, jugando a los dados con unos marineros en el suelo de un tugurio de los suburbios portuarios de Buenos Aires, ciudad en la que se desarrolla el film ya que el censor Joseph Breen no veía con buenos ojos la indemnidad de una red de espías nazis en suelo norteamericano. Johnny abandona el local con las ganancias para poco después ser atracado en un callejón y salvado en última instancia por un elegante caballero, Ballin Mundson (George Macready), dueño de un casino ilegal al que le invita a acudir: «el que hace su propia suerte como yo, reconoce a sus colegas», afirma Ballin. Johnny empieza a trabajar en el casino, se convierte en la mano derecha del jefe y prospera rápidamente mientras acaba la guerra. Poco después Ballin debe realizar un viaje y le deja a cargo del casino; a su regreso vuelve casado con Gilda (Rita Hayworth), con quién Johnny había mantenido una relación en el pasado, lo que origina grandes tensiones en el triángulo. Durante los carnavales Ballin mata en el casino a un alemán relacionado con el trust de tungsteno que domina y este asevera frente a Johnny, «en el juego hay una regla importante, o te lanzas a fondo o cedes la mano; no se puede dominar el mundo cediendo la mano». Y a partir de aquí se desencadena la resolución de un film testimonial de una posguerra en la que muchos nazis se instalaron el Sudamérica y un final feliz para la tensa historia de amor de Johnny y Gilda, siempre con el casino como telón de fondo.


 No obstante, una de mis películas favoritas es El hombre del brazo de oro (The Man With the Golden Arm, 1955), en la que Otto Preminger nos sumerge en un mundo de estética noir de debilidades, marginados y perdedores, bien conocido por Nelson Algren desde su niñez, que plasmó en 1949 en la novela origen de este film. La película se inicia con el retorno al barrio polaco de Chicago de Frankie Machine (Frank Sinatra), después de medio año de desintoxicación de heroína en el Federal Medical Center de la prisión de Lexington donde ha ido a parar a consecuencia de una redada en el garito donde trabaja. Frankie es un experto jugador y croupier en partidas clandestinas de póquer que organizan Schwiefka y Louie, este último también su proveedor de droga. Vuelve limpio con la intención de convertirse en baterista de una banda de jazz, y lleva consigo una recomendación del doctor Lennox —el médico del penal— para el representante de una orquesta. Frankie quiere abandonar el mundo del juego y la heroína y convertirse en Jack Duvall, una estrella del jazz, porque quién le enseñó a tocar la batería le dijo que tenía el brazo de oro. Quiere ganar dinero y conseguir buenos médicos para su mujer, Zosh (Eleanor Parker), postrada desde hace tres años en una silla de ruedas a consecuencia de un accidente de tráfico en el que su marido iba bebido. También se debate entre el amor por Molly (Kim Novak) y el sentido de responsabilidad hacia la egoísta y manipuladora Zosh. Para la cita con el representante de la banda le pide a su amigo Sparrow que le consiga un buen traje, que resulta ser robado y es detenido por la policía; Schwiefka paga la fianza después de obtener la promesa de que volverá a su antigua ocupación. Durante la partida le tiemblan las manos y Louie le ofrece una dosis. Frankie lucha por mantenerse lejos del juego y la droga mientras Schwiefka y Louie le ofrecen doscientos cincuenta dólares por participar en una importante partida que se prolonga durante dos días; la banca pierde y los organizadores le obligan a hacer trampas hasta que es descubierto. Desesperado acude a Louie para pincharse y al no poder pagar, le ataca e intenta robarle. Cuando Louie se recupera, va a casa de Frankie y descubre que Zosh no es paralítica, le amenaza con contarlo a todo el mundo y ésta le empuja por las escaleras y el traficante muere. La policía busca a Frankie por asesinato mientras él acude a casa de Molly en busca de dinero para una dosis, pero Molly le convence para que se mantenga limpio, pase el mono y aclare su situación con la policía. Cuando la policía llega para detenerle, Frankie ha ido a su casa para anunciar a Zosh su partida, ella se levanta de la silla de ruedas cuando llega Molly con la policía y descubierta se arroja al vacío desde el balcón. Frankie y Molly, liberados de las antiguas ataduras se alejan hacia un nuevo horizonte de esperanza lejos del barrio, en este film de un lirismo noir en el que Preminger contó con los fabulosos créditos de Saul Bass y la magnífica banda sonora de Elmer Bernstein, ambos en el inicio de sus carreras.


 El polar también entra de lleno en el juego de la mano de Jean-Pierre Melville con Bob, el jugador (Bob, le flambeur, 1956), una película muy influida por films noirs norteamericanos como La jungla de asfalto. El film narra las andanzas del elegante y maduro Bob (Roger Duchesne), un ex gangster ludópata que reparte su tiempo entre las apuestas en el hipódromo, los clubs nocturnos y las partidas en garitos de Pigalle hasta el amanecer. Bob, el jugador da comienzo con una voz en off —de Jean-Pierre Melville—, un recurso que emplea también Kubrick en Atraco perfecto, para mostrar la vida y relaciones de Bob y como éste, acuciado por las pérdidas en el juego, planifica el atraco al casino de Deauville, el que será su último golpe. Aquí, sin embargo, la historia está más centrada en la relación del antiguo gangster con Anne, una aprendiz de femme fatale de dieciséis años; el joven Paulo, que lo toma como modelo, y el comisario Ledru con el que, a pesar de ser un representante de la ley, mantiene una sincera amistad. Bob planifica y reúne un pequeño equipo que deberá llevar a cabo el golpe mientras él juega en la sala al bacará. El final, irónico, muestra como el atraco es abortado por la policía mientras Bob gana limpiamente una fortuna en la mesa y es detenido junto con sus ganancias.


 De todos modos, quizás sea David Mamet en Casa de juegos (House of Games, 1987) quién lleva la transgresión de las reglas del juego, en este caso de la confianza, a su máxima expresión en este contenido neo-noir rodado en Seattle, que cuenta una historia de timadores protagonizada por Margaret Ford (Lindsay Crouse), una psiquiatra con una vida anodina que acaba de publicar un libro de éxito, Driven: Obsession and Compulsion in Everyday Life. La terapeuta atiende en su consulta a Billy Hahn, un jugador compulsivo al que matarán si no paga una deuda de juego de veinticinco mil dólares a Mike Mancuso (Joe Mantegna). Margaret se involucra en la situación de su paciente y esa misma noche va al garito donde suele jugar Mike, «House of Games» en el 211 de Beaumont Street; este le aclara que la deuda asciende solo a ochocientos dólares y que la olvidará si le hace un pequeño favor en la partida en la que está participando. Uno de los jugadores, George, lleva ganando toda la noche y da el cante jugando con el anillo cuando hace un farol, Mike se ha dado cuenta y ya no lo hace. Si Margaret le acompaña en la partida como su novia, en cuanto Mike tenga una buena jugada saldrá con alguna excusa y ella podrá observar a George: si se toca el anillo, Mike apostará fuerte en una jugada segura. Llega la jugada, Mike tiene un trio de ases, George da el cante y el envite es de seis mil dólares que no tiene. Margaret cubre la apuesta pero George gana con un color y reclama su dinero poniendo una pistola sobre el tapete. Cuando ella está extendiendo un cheque ve que del cañón de la pistola sale una gota de agua y se niega a pagar. Así Margaret destapa que son una banda de timadores, establece relación con ellos y le enseñan algunos trucos. Al día siguiente vuelve en busca de Mike para proponerle que le enseñe como opera y escribir un estudio sobre el timo. «No me importa poner las reglas en tela de juicio, y pienso que a ti tampoco», le dice Mike a Margaret, y a partir de ahí ella cae en la red de un gran timo orquestado por toda la banda, con un giro inesperado de última hora marcado por unas palabras de Mike: «Conócete tal y como eres».


 Como vemos, el juego por el juego no tiene sentido en el cine negro, «jugar con vosotros es como lavarse los pies con los calcetines puestos» manifiesta Danny (Charlton Heston) en Ciudad en sombras (Dark City, 1950), de William Dieterle, cuando dos de sus colegas del garito de apuestas que dirige —que acaba de sufrir una redada—, le invitan a una partida para matar el rato. Otra cosa es montar una partida para Arthur Winant, de paso por la ciudad para comprar material deportivo con un cheque de cinco mil dólares, al que dejan ganar para desplumarlo al día siguiente. En el cine negro el objetivo es ganar, transgrediendo las reglas del juego. Ganar a cualquier precio.

 


6.5.21

26.4.21

CIUDADES NEGRAS: BARCELONA


Ana Ballabriga. Zenda, La gota de sangre, 26.04.2021

Es imposible comprender la historia de la novela negra española sin tener en cuenta la ciudad de Barcelona. En Barcelona se daban las circunstancias propicias para que surgieran las primeras voces negras: es una ciudad portuaria; tuvo revolución industrial, con el consiguiente aumento de la población; y en ella se sucedieron revueltas de todo tipo.



Autores como Rafael Tasis y Manuel de Pedrolo establecieron las bases para que en los años 70 la novela negra surgiera con fuerza, liderada por la figura de Manuel Vázquez Montalbán.

Gracias a Àlex Martín Escribà, Anna Maria Villalonga y Jordi Canal i Artigas hacemos un recorrido histórico, de autores, novelas y movimientos literarios que propiciaron que Barcelona se convirtiera en una ciudad negra y que, a día de hoy, siga siendo un referente en el género.




9.2.21

BREVE MANUAL PARA ESCRIBIR NOVELA NEGRA


Ana Ballabriga. Zenda, La gota de sangre, 09.02.2021

La novela negra y policíaca está de moda. Así lo demuestran la cantidad de novelas enmarcadas en este género, en el que incluiremos la novela negra, el neo noir, la novela enigma, la policíaca, el thriller...

Muchos autores deciden iniciar sus pasos literarios en este macro género, y a ellos va dedicado este capítulo especial de La gota de sangre.
Ana Ballabriga entrevista a Jordi Canal i Artigas (bibliotecario), a Paz Velasco de la Fuente (criminóloga y escritora), a María Oruña (escritora), a Gregori Dolz (editor de Alrevés Editorial) y a Sergio Vila-Sanjuán (escritor y responsable del suplemento Cultura|s del diario La Vanguardia) en busca de las claves para adentrarse en la escritura del género.


30.5.20

TRISTE Y SOLITARIO: TRAS LA PISTA DEL DETECTIVE


Portnoy, Ana [fotografías]. Triste y solitario: tras la pista del detective. Selección de textos: Jordi Canal. Barcelona: [Juan Portnoy], 2020.

El presente libro trata sobre la figura del detective a lo largo de la historia de la literatura policial. Hemos seleccionado los textos que mejor definen a los más célebres detectives de ficción, en palabras de sus propios creadores, y los hemos acompañado de una serie de fotografías publicadas originalmente en 1989 en un reportaje del suplemento dominical de El Periódico de Catalunya.

Ana Portnoy y Jordi Canal



Este libro se gestó y se terminó de imprimir en Barcelona en abril del año 2020, durante el confinamiento provocado por la crisis del coronavirus.




Hasta la vista, amigo. Y no le digo adiós.
Se lo dije cuando aún tenía algún significado,
triste, solitario y final.

El largo adiós, Raymond Chandler



30.1.20

EXPOSICIÓ: QUAN EL GROC ERA NEGRE: ELS TRETS DE LA CUA DE PALLA


Canal, Jordi; Noguero, Joaquim. Quan el groc era negre: els trets de La Cua de Palla. Barcelona: Biblioteques de Barcelona, 2020.

L'expressió "tenir la cua de palla" apunta a la culpabilitat d'algú: a no ser prou "aigua clara" i trobar-te en fals o sentir-te susceptible sobre que en algun moment caldrà pagar per aquesta culpa, real o imaginada ("qui té la cua de palla, aviat se li encén", diu la dita). El nom, el va escollir l'escriptor Manuel de Pedrolo, primer director de la col·lecció policíaca engegada per Edicions 62 el 1963, un any després de néixer l'editorial. I pot ser una denominació poc clara, però és suggerent i remet al color groc donat al disseny, d'acord amb el giallo italià i combinat amb el negre de la Série Noire de l'editorial francesa Gallimard.

Manuel de Pedrolo i Xavier Coma són els dos grans directors de la col·lecció. La Cua de Palla és de gènere criminal i de butxaca per arribar a nous lectors i formar-los a llegir en català, amb la mateixa voluntat de democratització cultural d'altres iniciatives d'aquells anys. Era de gènere i de quiosc, però també culta, i va publicar els millors autors d'arreu amb traduccions catalanes d'escriptors de prestigi. Valien totes les modalitats, deia Pedrolo: "des de la novel·la de suspens fins a la d'acció, passant per la d'atmosfera, la d'espionatge, la psicològica, etc. No hi posàvem límits". I l'artista Jordi Fornas s'hi suma amb unes cobertes de gràfica groga i negra tan llampant com suggerent i expressiva. Influït pel disseny europeu més nou i per les caràtules de vinils del nord-americà Reid Miles a la discogràfica Blue Note Records (una combinació del racionalisme de la Bauhaus amb els jocs de color i reproduccions d'Andy Warhol), la marca d'època que Fornas imprimeix al disseny gràfic català dels anys seixanta passa per les fotografies tintades, l'ús creatiu d'una font tipogràfica moderna (l'helvètica és de 1957), l'estructura en blocs clars i els colors contrastats. Una estètica lleugera, racional, senzilla i pop.

No deixa de ser paradoxal que la primera etapa de la col·lecció tanqués el 1970 per manca de vendes. Potser no havia eixamplat per baix la base de lectors en català, però cal reconèixer-li haver ampliat notablement per dalt el criteri dels que ja llegien, posant-los de costat l'alta i l'altra cultura (la popular) per fer-les de tots. Quan el groc era negre, l'hampa mundial atonyinava en català.

Joaquim Noguero





Dossier de premsa:






24.10.19

AGENDA NEGRA 2020 (ALREVÉS)



La Agenda Negra 2020 es un proyecto que pretende perpetuarse en el tiempo. Va mucho más allá de las prestaciones habituales de una agenda tradicional, ya que contiene una amplia información vinculada al género negro. En la Agenda Negra 2020 encontraréis todos los festivales del género que se celebran en nuestro país, también encontraréis citas literarias y recomendaciones negrocriminales. Por último, en la Agenda Negra podréis gozar de una amplia recopilación de librerías, bibliotecas, asociaciones y centros especializados de novela negra alrededor del mundo.




19.4.15

30.1.14

10.11.13

2.3.13