Jordi Canal nos da idea de
la buena salud de que goza el género negro a juzgar por los clubes de lectura
especializados que han surgido en los últimos años. Además del pionero de la
Biblioteca La Bóbila y del que desde hace años viene funcionando en la Biblioteca
de Montbau (y de los que nos ocuparemos más adelante), él menciona otros como
el Club de Lectura de las Damas del Crimen, Crimen con Sabor Latino y Nuestros
Clásicos, de la librería especializada Negra y Criminal, de Barcelona; el de la
Biblioteca de Santa Oliva (Olesa de Montserrat); el grupo de novela policiaca
de la Biblioteca Pública de Lérida; el Club de Lectura Escarlata de la Librería
Estudio en Escarlata, de Madrid; el Grupo de Lectura de Novela Negra de la AECC
(Asociación de Estudios Científicos y Culturales), de Premià de Mar; el Taller
de Lectura Especial Detectives y Novela Negra de la Biblioteca Pere Calders
(Viladecavalls, Barcelona) y el del Centro Social Seco de Madrid.
De los clubes que vienen funcionando en bibliotecas públicas, uno de los que tiene más solera es el de la Biblioteca La Bòbila, que inició sus actividades en enero del 2000. Se reúnen seis veces al año, el último martes de cada mes, y tratan de que los participantes puedan conocer diferentes autores y corrientes del género. De vez en cuando invitan a escritores a sus tertulias y han participado en la organización de algunas actividades que tuvieron bastante repercusión mediática, como los clubes de Guido Brunetti y los de Flanagan. Jordi Canal, director de la biblioteca y coordinador de ambos proyectos, los ha descrito en la revista CLIJ.
En el año 2007, en el marco del Encuentro Europeo de Novela Negra, el Instituto de Cultura de Barcelona y el Consorcio de Bibliotecas se plantearon la necesidad de buscar nuevos públicos para este género entre los jóvenes. Así fue como surgió la idea de poner en marcha los clubes de lectura para jóvenes Flanagan, en referencia al protagonista de las novelas de Andreu Martín y Jaume Ribera.
El proyecto se había empezado a fraguar en el verano de 2006 y desde el principio contó con la colaboración del Instituto Municipal de Educación de Barcelona, que lo incluyó en el programa de actividades culturales que se ofertan a los institutos de la ciudad cada año.
El objetivo era la creación temporal de clubes de lectura sobre la serie de novelas protagonizadas por el detective Flanagan. Estos clubes se desarrollarían en el ámbito escolar y coincidirían por el encuentro de novela negra BCNegra 2007.
El Consorcio de Bibliotecas de Barcelona ofreció a los institutos de la ciudad diez clubes (para un máximo de treinta miembros cada uno) con los lotes de libros correspondientes y un coordinador. Para explicar la idea organizaron una reunión informativa con los institutos interesados, donde se explicaron los objetivos, el calendario y la organización. Contaron para todo ello con la colaboración de la Editorial Columna (responsable de la publicación de los libros de Flanagan en catalán), que editó puntos de lectura y donó parte de los lotes. Como documento de apoyo, contaron, además, con una conferencia de los propios autores ("La construcción del texto"), en la que describieron su peculiar forma de trabajo, ya que las novelas de esta serie las escriben a cuatro manos.
Cuenta Jordi Canal que los lotes entre los alumnos participantes se repartieron en diciembre del 2006 para que los chavales pudieran leer los libros tranquilamente durante las vacaciones de navidad y las tertulias se organizaron a finales de enero y principios de febrero del 2007. De esta manera, se estaba a tiempo de realizar un encuentro entre los participantes de los clubes de lectura y los autores de la serie durante BCNegra 2007, el encuentro de novela negra de Barcelona, que tuvo lugar del 5 al 10 de febrero.
Este encuentro se produjo finalmente el 8 de febrero a las once de la mañana en el salón de actos de la Biblioteca Jaume Fuster. Ese día trescientos adolescentes de los diez institutos de enseñanza secundaria participantes se reunieron con Andreu Martín y Jaume Ribera, que estuvieron contestando las preguntas de un público entregado.
Un año antes, el propio Jordi Canal ya había hecho algo parecido con los clubes de lectura Guido Brunetti, lanzándose a la aventura de crear clubes de lectura temporales que se dedicaban a leer y comentar algunas novelas de Donna Leon. El programa estaba inscrito en las actividades del área de cultura de la Diputación de Barcelona. El objetivo también en este caso era crear un punto de encuentro para los lectores de novela negra y promocionar los clubes de lectura. Varios municipios (L'Hospitalet, Sabadell, Montcada i Reixac, Sant Feliu de Llobregat, Taradell, Pallejà, Olesa de Montserrat, Viladecavalls, Sentmenat y Sant Just Desvern) acogieron el proyecto y, a través de sus bibliotecas, iniciaron una campaña para captar personas interesadas en formar parte del club. La única condición para ello era disponer de la tarjeta de lector de la biblioteca. Los clubes estaban pensados para un número máximo de veinticinco personas. También en este caso se firmaron acuerdos con las editoriales Seix Barral y Edicions 62, que son las que detentan los derechos de las novelas. Aparte de diferentes guías de lectura y de un número extra de su fancine L'H Confidencial titulado "Clubs de Lectura Guido Brunetti. Trobada amb Donna Leon", con información sobre la autora y sobre cada título de la serie, los participantes tuvieron ocasión de reunirse en una tertulia con la autora, en unos encuentros en los que Paco Camarasa, de Negra y Criminal, y los traductores de Donna Leon al catalán y castellano, Xavier Solé y Ana María de la Fuente, también jugaron un papel destacado.