Noël Calef. Ascensor para el patíbulo. Traducción de Tomás G. Larraya. Barcelona: Molino, 1958. (Biblioteca Oro; 562)
Un hombre realiza un crimen perfecto. Es decir, que elimina literalmente todo rastro, no hay testigos, nadie le oye, no queda ninguna huella, es un lugar rigurosamente cerrado y en resumen, no existe prueba que asocie al asesino con su víctima.
Pero el destino vela, como en la tragedia griega.
El asesino maquinó su crimen, pero dejó de prever "algo" que no pudo jamás llegar a imaginar, y que convirtió el crimen perfecto en una pesadilla de horror.
Pero si el asesino no pudo realizar el crimen perfecto, el autor sí logró una novela perfecta.